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Hilda Cândida (108) vive sola en su casa en Rio das Flores, Río de Janeiro. Nunca ha fumado ni ha bebido y se mantiene aislada para protegerse del virus. Según cuenta, cree que le queda poco tiempo de vida, razón por la que no quiere vacunarse.
En medio de la emergencia sanitaria que sacude al mundo entero, la llegada de las vacunas se ha transformado en un símbolo de esperanza y lucha para combatir el coronavirus. Uno de los países a los que ya han llegado los fármacos es Brasil, que además es el país latinoamericano que se ha visto más afectado por la pandemia, con más de ocho millones de casos desde que llegó el COVID-19.
Pese al negativo panorama, hay personas que por distintas razones han decido por no inocularse. Una de ellas es una mujer de 108 años que vive en un pequeño poblado de la ciudad de Río de Janeiro y que optó por no recibir la vacuna por una razón muy particular. La generosidad hecha persona.

Hilda Cândida (108) iba a ser la primera persona en recibir la vacuna en Rio das Flores, Río de Janeiro, pero se negó a hacerlo. “Prefiero darle la vacuna a alguien más joven, que todavía puede vivir más que yo”, dijo la anciana al medio brasileño Extra.
Según ella, le queda poco tiempo por vivir, razón por la que no considera necesario que la inoculen. Hilda todos los días sale a la galería de su casa y se sienta en un banco que tiene en ese lugar a observar lo que pasa a su alrededor, tiene un dolor crónico en las piernas producto de la vejez.
Sentada en el banco, la anciana comienza a recordar su niñez. “Tuve neumonía de bebé y ni siquiera podía mamar del pecho de mi madre. Pensaron que iba a morir y corrieron con el bautismo para que al menos pudiera estar bajo las bendiciones de Dios. Entonces mi madrina hizo un poco de papilla para ponerme en la espalda, creyendo en mi mejoría. Y eso funcionó”, comenta la mujer a Extra. El 2 de marzo cumplirá los 109 años.



Hilda disfruta de las cosas simples de la vida. Toma remedios, aunque no le gusta el sabor que tienen. En cambio, prefiere las cosas frías: “me gustan los helados, las paletas, aún más con este calor. La leche también está bien”, dice al medio brasileño. Cuenta también que en sus 108 años de vida nunca tomó alcohol ni fumó cigarrillos y agrega que “me encanta jugar, reír, la vida es buena así. Cuando estuve varios días en el hospital, las enfermeras ni siquiera querían que me fuera. Dijeron que yo era la alegría de allá”.
Aunque Hilda vive sola en su casa, su nieto se encarga de ayudarla. Tuvo siete hijos, pero tres están muertos. No se acuerda de cuántos nietos tiene, incluso tiene tataranietos que aún no ha podido conocer. Pero su salud está impecable, por eso no quiere vacunarse.



Desde que comenzó la pandemia Hilda se ha mantenido aislada de sus vecinos y amigos, a quienes solo saluda de lejos desde la puerta de su hogar. No le gusta hablar de la pandemia, pero admite que se seguirá cuidando con el uso de mascarilla y alcohol gel. “Hablar de enfermedad es malo, por eso siempre digo que se acabó”, dice.
Pese al buen acto de generosidad de Hilda, hay expertos que condenan la actitud. “No en vano las personas mayores están en el grupo prioritario. Es porque son más vulnerables y, al contraer la enfermedad, tienen más probabilidades de tener una condición grave. El hecho de que el sistema inmunológico de una persona mayor esté más débil es otro motivo para vacunar, y no al revés”, comenta Claudia de Souza Lopes, epidemióloga del Instituto de Medicina Social de Uerj, a Extra.