
#Presidente #espera #SinEmbargo
Pero ya no hubo manera de pegar lo que se había roto en la desconfianza que se generó los primeros días. Y desde entonces es, para Marcelo, una lucha entre dos. Y así lo dijo la semana pasada: “es entre Claudia y yo”, lo que también pone en entredicho que se trate de un proceso democrático donde participan seis.
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El mismo Marcelo delineó sus dos destinos el miércoles pasado: si gana la interna es Presidente. Pero si no gana, y sobre eso ha evitado pronunciarse, hay varios caminos para él, aunque no tantos.
Cuando escribí el libro Presidente en espera, en 2011, pensaba lo que pienso hoy: que Marcelo Ebrard es un político profesional, y un servidor público preparado y eficiente. En aquella biografía, la primera sobre él, veía el ascenso de un individuo que tenía varias opciones en su camino y una de ellas era ser el candidato progresista a la Presidencia en 2012. Pero si no ganaba entonces, y sobre eso evitó pronunciarse, tenía varios caminos aunque no tantos.
Ebrard creía, al momento de terminar sus seis años como Alcalde de la Ciudad de México, que Morena se tardaría en cuajar antes de ser un verdadero partido para competir por la Presidencia. En lo primero tuvo razón: hasta la fecha, Morena no cuaja plenamente; pero en lo segundo se equivocó.
Si no gana la candidatura presidencial para 2024, tendrá que decidir entre varios caminos. Uno es aceptarlo y sumarse y ayudar en la campaña que viene y luego entrarle a, por ejemplo, el Senado de la República. Otro es aceptarlo y tomarse un tiempo para razonar; un tiempo de reflexión.
El tercer camino es, sí, ser el candidato de Movimiento Ciudadano. Esto último lo veo difícil; muy cuesta arriba, la verdad. Será renunciar a todo lo que tiene ahora y aceptar que se enfrentará, directo y sin rodeos, con el Presidente de México que es, además, el mejor calificado hasta donde tenemos registro, según el promedio que hace Oraculus que incluso toma en cuenta en su ponderado a encuestadoras tan desprestigiadas como GEA-ISA.
Será volver a los brazos de Dante Delgado, un político cáele-bien-a-todos que se coloca en el centro porque no quiere decidirse por izquierda y derecha para no asumir los costos, cualquiera que éstos sean. Será toparse con estructuras ajenas, con ideas no propias. Pero será, sobre todo, enfrentarse a él mismo porque para demoler a Morena se necesita demoler primero a López Obrador, y ha sido una tarea infructuosa en la que han estado cientos o miles de periodistas, medios, académicos, intelectuales y empresarios durante años y años. A veces siento que Marcelo construye una derrota racionalizada y digna, y a veces pienso que su propio impulso; su negación a lo que dicen casi todas las encuestas, puede conducirlo a ponerse el pie a sí mismo en un arrebato. Nadie dude de la inteligencia de Marcelo. Nadie dude que una de sus virtudes es la prospectiva.